miércoles, 20 de abril de 2011

Vivimos sobre un gigantesco montón de basura

El hombre es el único ser vivo conocido en nuestro planeta capaz de generar desperdicios fuera de los propios orgánicos que todos ser vivo produce en los procesos de alimentación y respiración. Estos desperdicios pueden terminar asfixiándonos.

La humanidad se enfrenta a un gran problema: la gestión de sus propios desperdicios. Nadie que tenga un mínimo nivel de inteligencia puede trivializar sobre este asunto. El desarrollo de nuestra sociedad occidental implica un crecimiento inflacionario de desperdicios, residuos o basura, que poco a poco nos va cercando. Resulta alarmante la tasa de contaminación de los suelos, las aguas superficiales y la propia atmosfera.

¿Quién quiere que le dejen en la puerta de su casa los residuos de una central eléctrica, una mina o una industria petroquímica? Nadie. Sin embargo los residuos tienen que ir a parar a algún lado, no se pueden volatilizar y hacer desaparecer por arte de magia. El procesamiento de las materias primas para la fabricación de cualquier objeto y el consumo de energía implican residuos con los que debemos aprender a convivir o de los que tenemos que protegernos de un modo u otro.

En las pasadas semanas, en Hungría, se produjo la rotura del muro de contención de una balsa de lodos procedentes de residuos de Ajkai Tímfolfyar (propiedad de la empresa MAL), que contenía aguas extraordinariamente corrosivas. Eran lodos rojos debido al alto contenido de óxidos de hierro, pero que contenían además otros metales más peligrosos y gran cantidad de sosa.

¿Qué tipo de lodos son los que se han vertido? Los lodos vertidos procedían de una fábrica de aluminio. La bauxita, el mineral del que se extrae el aluminio, sufre un proceso químico de transformación en un horno a altas temperaturas mezclada con sosa, como consecuencia del cual se produce la alúmina, que es la mena de la que se obtiene el aluminio y por otro lado se producen unos residuos en forma de lodos que contienen parte de la sosa utilizada en el proceso y una amplia gama de metales residuales que son los que se han separado del mineral. Estos lodos, por no ser reciclados, en la mayoría de los casos, se depositan en balsas al aire libre en donde se desecan. El pH de estos productos de desecho es muy elevado del orden de 14, más aun que la lejía que tiene un 12. Con este nivel de alcalinidad en donde cae este lodo se destruye toda señal de ser vivo y además la tierra que lo recibe queda estéril para décadas. La vida es posible en el margen de pH comprendido entre 4,5 y 9,5

El vertido se inicia en el término de la ciudad de Ajka el lunes día 4 de octubre y fluye por el arroyo Torna hacia el río Marcal. Las poblaciones de Kolontar y Devecser son afectadas y sus habitantes evacuados por el riesgo de intoxicación que padecen en el lugar. En Boba se inicia la construcción de diques de contención para frenar el vertido. Boba esta a 80 Km del rio Danubio y todos temen que el letal lodo caiga a sus aguas. En total fueron cerca de un millón de metros cúbicos los que salieron de la balsa y asolaron una extensa área de tierra. Para compensar el elevado pH del lodo se procedió a añadir yeso.

Esta tragedia es muy similar a la que padecimos en España el 25 de Abril de 1998, día en el que se produce la rotura de la presa de contención de la balsa de decantación de la mina de pirita (FeS2) en Aznalcóllar (Sevilla). Como resultado aparece un importante vertido de agua ácida y de lodos muy tóxicos, conteniendo altas concentraciones de metales pesados, de gravísimas consecuencias para la región. El vertido fue de unos 4,5 Hm3 (3,6 de agua y 0,9 de lodos) y se desbordó sobre las riberas de los ríos Agrio y Guadiamar a lo largo de 40 Km para los lodos y 10 Km más para las aguas, con una anchura media de unos 400 metros. La superficie afectada fue de 4.402 hectáreas. Los lodos no llegaron a alcanzar el Parque Nacional del Coto de Doñana, quedando retenidos en sus estribaciones, dentro del preparque, pero las aguas sí invadieron la región externa del Parque Nacional y desembocaron en el Guadalquivir en el área del Coto de Doñana, y alcanzaron finalmente, ya poco contaminadas, el Océano Atlántico, en Sanlucar de Barrameda.

¿Son evitables estos accidentes? La respuesta es complicada, pero en todo caso uno de los factores que puede evitarlos es el control por parte de las administraciones públicas competentes y la exigencia de medidas de seguridad a las empresas. Una importante cantidad de empresas dedicadas a estas actividades de extracción minera en el mundo incumplen la normativa establecida y apenas invierten dinero en el aseguramiento y control de sus vertidos.

El daño ecológico que se infringe al medio ambiente en la zona de este tipo de catástrofes de una magnitud incalculable. Por lo general las empresas están ubicadas en zonas rurales lejos de los núcleos de población pero aun siendo así, los vertidos descontrolados en estos accidentes llegan a afectar a un importante número de personas.

El desarrollo de estas tragedias siempre esta supeditado al impacto mediático y al nivel de control que ejerzan los gobiernos ante la difusión de informes científicos. Es muy lamentable que al cabo de unas semanas la opinión pública y los responsables de la seguridad de los distintos organismos estatales se repliegue y pase a ser una notica más en los anales de las “malas noticas”. La tragedia que sigue a continuación del impacto mediático es de mucho mayor calado. Tierras estériles, enfermedades crónicas en los afectados por el vertido, despoblación de la zona, pérdida de biodiversidad y una hipoteca muy largo plazo para recuperar el territorio.

Es lamentable que los auténticos responsables de estas tragedias, en su mayoría pertenecientes a las empresas dueñas de la explotación, salgan indemnes o con sentencias ridículas una vez que los tribunales de justicia intervienen. ¿Quién restituye el terrible daño?, ¿quién paga las consecuencias? Siempre el más débil. Por otro lado el mundo ecologista, lanza amenazas y muestra informes catastrofistas, pero pocos se detienen a pensar que, si bien la los residuos no se pueden ocultar y hay que tratarlos adecuadamente, esto debe significar un costo real añadido a la producción de los bienes de consumo que luego el mercado nos traslada a los ciudadanos y que en cualquier caso las leyes están para cumplirlas. Lamentablemente el poder económico es el que impone sus leyes y los gobiernos las acatan. La inmoralidad de políticos y gobernantes es intolerable y por este tipo de accidentes se les debería exigir responsabilidades de orden político y hasta penal.

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