miércoles, 20 de abril de 2011

Reinar entre los pobres: Quizá el sueño de algunos ricos.

Por iniciativa de Warren Buffet y Bill Gates, parte de los hombres más ricos de Estados Unidos brindarán la mitad de sus patrimonios a caridad. Cuarenta millonarios de Estados Unidos anunciaron que aceptaron donar la mitad de [...] (Agosto 2010)

¿Qué les parece? ¡Fantástico! ¿Verdad? ¿Quién dijo que los pobres son olvidados por los ricos?

Esta vez los más ricos muestran su mirada hacia lo más pobres y deciden darles su dinero.

¿Debemos aplaudir? ¿Es justo dudar de la buena intención de estos hombres?

Es muy posible que los caminos de esta vida retornen sobre sí mismos, y lo que pudiera ser una brecha para separar a ricos y pobres termine convirtiéndose en un puente que salve del abismo a los que padecen la exclusión social constituyendo esta iniciativa una “buena causa” que redima de la usura y el insaciable afán de poder al ser humano. Algunos hombres, especialmente privilegiados, pueden realizar ese viaje de retorno desde el Olimpo de los millonarios hasta el infierno de los pobres. La cosa tiene su mérito y ha despertado un gran interés en los círculos financieros del planeta.

¿Será que las cosas van a cambiar ... ¿?...?, ¿los hombres ricos podrían ser perdonados por los pobres?

¿Es razonable la frase bíblica “es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que un camello por el ojo de una aguja”?

¿Pretenden estos multimillonarios del planeta atravesar el ojo de una aguja?

¿Es posible que la abundancia de riquezas genere “compasión” y solidaridad hasta tal nivel?

No vamos a hacer desprecios, en principio, a esta incomprensible actitud, recibámosla con cierta esperanza, pero al menos seamos críticos espectadores de estas cuestiones.

¿Es válido robar a unos para dar lo robado a otros? ¿Quién podría atribuirse esa capacidad maravillosa de “erigirse en árbitro y administrador del patrimonio” de tantos millones y millones de seres?

La historia de la humanidad está llena de contradicciones, pero son pocas aquellas que se relacionan con la virtud de repartir. Sin embargo el modelo que estos señores magnates quieren poner en marcha no es nuevo. En la antigüedad existieron mecenas y filántropos que repartieron sus riquezas entre los pobres. No sé qué sentimientos dormidos se despiertan en un ser humano cuando se levanta y decide ser “bueno”. Pero insisto en que no vamos a ver segundas intenciones en esta actitud loable de los hombres más poderosos de la tierra.

Reinar, ser rey, en el sentido más amplio de la palabra es rodearse de poder, dominar, someter a los súbditos. ¿Ser rey de los pobres es una forma más de ser rey?

¿Cómo se está mejor, siendo rey de los ricos o siendo rey de los pobres? Piénsenlo bien. El rey de los ricos gobierna sobre los ricos y por decirlo de alguna manera la brecha entre él y sus súbditos no es precisamente económica, sin embargo el, rey de los pobres puede sentarse en su trono colocado a mayor altura.

¿Quién creen que presta mejor servicio a los pobres? Un pobre que se dedica a cuidar de los pobres, darles su amor y su calor o un rico que les regala ordenadores, arroz o mantas.

¿Quién les parece más meritorio el Padre Ferrer, la madre Teresa de Calcuta o Billy Gates y su nuevo club de ricos generosos?

Quizá hay que recurrir a la definición de pobreza para resolver esta cuestión y, por lo tanto, hay que ir al concepto humano (que no religioso) de la caridad y la compasión, de la solidaridad y del amor al prójimo.

Es evidente que el dinero nos permite gozar de un estatus de vida, de comer y dormir bajo un techo, de dejar de pensar en la supervivencia para empezar a gozar de la vida. Sin embargo esta es una forma sesgada de entender la felicidad. Realmente lo que empobrece al pobre es la perdida de la dignidad y la esperanza, la carencia de un proyecto vital, la renuncia a vivir. ¿Es posible restaurar a los pobres la dignidad y el respeto a la integridad física y moral?

Conmover conciencias desde los púlpitos y las encíclicas no remedia la brecha de pobreza. Poner exclusivamente dinero no restituye la dignidad de las personas.

La pobreza se publicita como cualquier otro producto, servicio o necesidad. La pobreza se exhibe y se argumenta en los foros económicos y políticos del planeta y es necesaria, pero a nadie, de los que no son pobres, de verdad, le preocupa combatirla eficazmente. Los pobres son los que mantienen a los ricos, si no hubiese pobres no habría ricos. La pobreza es tan inútil como el mal, el dolor, o la soledad. Pero por desgracia la inutilidad y el egoísmo es lo que mueve el mundo. La muerte en las calles de los haitianos víctimas del cólera, o la desesperación de los damnificados por inundaciones o terremotos son inútiles, inútiles para restituir el orden y la solidaridad. Los muertos solo sirven para ser fotografiados y mostrados en los periódicos y en las televisiones de todo el mundo, para sembrar el miedo en los que aun siguen vivos y en riesgo de exclusión.

Estos paladines de la generosidad, modernos “Robins Huds”, contrastan bastante, por cierto, con esos otros señores de las finanzas, banqueros, prestamistas y especuladores que han dado una vuelta de tuerca a la enferma maquinaria económica del planeta y han puesto al borde del precipicio a la mayoría de países del mundo.

Me gustaría que parte de estas fortunas económicas prometidas se dedicaran no sólo a dar de comer a los pobres sino a transformar el sistema financiero mundial, a erradicar gobiernos corruptos y dictadores del mundo, a enseñar a “pescar los peces” a quienes necesitan cada día trabajar para poder comer. Me gustaría que parte de ese dinero se destinase a hacer valer en los foros internaciones el grito desesperado de más de 1000 millones de seres humanos que no son escuchados, que no tienen nadie quien los represente.

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