miércoles, 20 de abril de 2011

POESÍA, MISTERIO, CIENCIA Y RAZÓN

En el pasado número de este periódico mi amigo Eugenio Serrano escribía un interesante artículo titulado “Misterio y Razón” que inmerecidamente dedicaba a mi persona. Estoy muy agradecido de que un hombre de la talla humana e intelectual de Eugenio tenga ese detalle conmigo y desde aquí le mando un abrazo y mi más profunda consideración.

Todos aquellos que me leen o conocen mi pensamiento saben que para mí las fronteras entre las ciencias y las humanidades son muy difusas e incluso me atrevería a decir que inexistentes. Para mí el pensamiento no se debe parcelar en compartimentos pues de ese modo corremos el riesgo de perder la auténtica visión de las cosas: los árboles nos impedirían ver el bosque.

Para la ciencia el asunto del misterio y la fe se queda un poco lejos, no lo rechaza, ni lo desprecia, simplemente no se lo plantea. Sin embargo el ser humano si necesita de la fe, y en el misterio deposita todo aquello que no comprende. Para mi es preferible hablar de “emoción y razón”, que no de “misterio y razón”. La interpretación del misterio siempre se hace a la luz de la fe, de la creencia, de lo que se supone, de lo incierto. Para la ciencia el misterio es sencillamente aquello que no tiene explicación, por lo tanto aquello que escapa a la razón. Es cierto, no obstante, que el creyente intenta aplicar la razón para analizar los avatares que la vida le presenta desde la perspectiva de sus creencias. A Dios se le atribuyen castigos, premios y sabios arbitrajes, sin más razonamiento que la fe y el misterio. Los designios del destino parecen venir desde un lugar y una divinidad que no somos capaces de explicar. Así, por ejemplo, algunos creyentes de algunas religiones tratan de justificar el dolor y hasta la inmolación como un mecanismo de perfección, y ofrecen su dolor o su vida a su dios, como demostración de sumisión a la voluntad de quién lo creó y con la aspiración de que sea su alma la que obtenga el beneficio último del sufrimiento de su cuerpo. Pero esto a la luz de la razón es difícilmente aceptable. El judío gaseado en el campo de prisioneros alemán, del que nos habla Eugenio en su artículo, no puede comprender como Dios le abandona y permite que se produzcan atrocidades como las que se producen en nuestro mundo. ¿Qué razón, o que fe ampara a quien se ve así tratado por la vida?, ¿por qué Dios no pone orden en este mundo injusto? Resulta complicado responder a estas preguntas y aquí no cabe el misterio, solo caben la razón y los hechos.

El dolor y el mal no siempre tienen justificación razonable desde el punto de vista religioso y, en todo caso, pueden ser tratados como errores o patologías propias de nuestra condición de seres en proceso de perfección, biológica y mental. Como consecuencia de las acciones u omisiones de unos seres con relación a otros.

Es cierto que vivimos en un mundo totalmente materialista en el que los valores éticos y morales se doblegan al egoísmo, la intolerancia y la crueldad gratuita. En mi opinión el dolor es inútil como lo es el mal. ¿Quién puede hacer del dolor una meta u ofrecer el suyo propio a alguien divino o humano? Este principio no es razonable. En mi opinión el dolor y el mal hay que combatirlos pero no santificarlos, sólo tiene sentido la resignación ante la adversidad como estrategia para paliarla. El dolor y el mal no hay que glorificarlo ni ofrecerlo como sacrificio, hay que combatirlo y basta. Otra cuestión es la caridad y la compasión ante la desgracia y el dolor de nuestro prójimo; en este caso si es digno y encomiable pasar a la acción para ayudar a quien es víctima de la desgracia.

Sería muy bueno, por otro lado, intentar razonar sobre el sentido o no que tiene el símbolo de la cruz en la religión cristiana, ¿por qué los cristianos utilizan un símbolo de tortura y dolor para identificar su fe? Del mismo modo, no es razonable que el cristiano piense que su Dios es el único y descarte al resto de religiones, aquí tampoco la razón asiste a quién así piensa. ¿Por qué el mío ha de ser el verdadero Dios y el tuyo no? Serían muchos los posibles ejemplos en los que la razón choca de frente con la fe y con el misterio

Mi amigo Eugenio dice, con toda razón, que existen un “cielo maravilloso” y otro menos maravilloso y se pregunta a cual acogerse para la Celebración del Misterio de la Eucaristía, ¿Cuál es más poético?, ¿cuál más razonable?, ¿Cuál es en el que habita Dios? Situémonos frente al ser humano como paciente –que padece- del bien y del mal, de la razón y la sinrazón, y, desde esta perspectiva intentemos abordar el tema. El misterio y su celebración no constituye un terreno para la razón, más bien lo es para lo irracional, para lo que no es tangible ni demostrable.

El gozo de vivir no solo debe ser para los que tienen fe en una vida más allá de esta. La vida es razonablemente bella y razonablemente fea, para todos, para los que creen y para los que no creen. No estoy de acuerdo en que la existencia de Dios sea demostrable razonablemente, aunque lo diga San Agustín. Aquello de la “verdad revelada”, resulta bastante complicado de comprender. Si dejamos a un lado el juego dialéctico y nos atenemos a la razón poco podemos avanzar en el misterio. ¿Acaso no es posible creer en el ser humano sin necesidad de la religión? Y en el caso de abrazarse a una religión, ¿a cual nos abrazamos?, ¿cuál es la verdadera?, ¿cuál de los dioses que se proclaman es el auténtico Dios? Quizá más bien existen tantos dioses como mentes capaces de imaginarlos. Opino que a Dios se le crea y recrea en cada momento. Su existencia es necesaria pero eso no quiere decir que sea cierta.

La poesía, sin embargo, como lenguaje de expresión de emociones y sentimientos permite conectar misterio y razón en un intento de dar explicación al mundo. La poesía puede ser mística y puede ser pagana y ambas pueden ser igualmente valiosas y cubrir la expectativa del poeta. La poesía describe el mundo, inventa a dios, proclama el amor y se abraza a la vida. La poesía puede ser un camino, pero no el único.

La poesía es un mecanismo de expresión y comunicación de las emociones. La razón no es suficiente para explicarla, por eso sirve de puente entre lo científico y lo religioso o lo puramente espiritual. Por poner un ejemplo: el paganismo de la poesía de Pessoa es un extremo desde el que analizar el mundo, que se contrapone con la mística de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa. Paganos, místicos y científicos utilizan este instrumento del pensamiento y cultura humana para expresarse, pero la razón no es atribuible a unos u otros por motivos de creencias religiosas o ateismos. Nadie pone en duda el éxtasis en el que se sitúa Santa Teresa ni tampoco la nada a la que aspira Pessoa. El místico bien puede amar a Dios con el más puro amor, porque entre otras cosas no verá nunca a Dios, el objeto de su amor, podrá soñarlo e imaginarlo a su gusto pero no verlo y tocarlo. Sin embargo el amor humano es más quebradizo porque se practica entre seres que se conocen y se tocan, seres imperfectos que son objeto y/o víctimas de sus propias pasiones. Cuando las emociones se supeditan al misterio la razón no puede explicarlas.

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