Recientemente cumplía mi padre la maravillosa edad de 90 años. Cuando le felicité le recordé los años que cumplía y sin pensarlo me dijo ¡no, 90 no!, eso son muchos años, cumplo menos ¿verdad?
Ciertamente me hizo pensar esta respuesta de mi anciano padre y de ella deduje que tantos años acumulados en su espalada le suponen una gran carga. Pero la pregunta que me hice a continuación fue ¿Cuál es el motor, el aliciente, la ilusión, la emoción que cada día le hace latir a su corazón? Realmente el no padecer una enfermedad que no sea la propia vejez. Sin embargo, pensé ¿la vejez es una enfermedad?
La vejez en opinión de la ciencia no es una enfermedad, es más bien un estado evolutivo al que se llega de manera natural, como lo es la infancia, la adolescencia, la madurez, etc. Entonces si no es una enfermedad, ¿cuál debe ser la forma de afrontarla por parte de cada uno de nosotros?..
Los expertos se ponen de acuerdo en decir que a partir de los 30 años, más o menos, nuestro organismo comienza a envejecer. Es decir nuestro programa de “construcción”, ese que esta escrito en nuestros genes, concluye, y lo hace de manera absolutamente natural. Una vez construido nuestro organismo, finalizado el “proceso genómico”, de lo que se trata es de mantenerlo en buenas “condiciones de habitabilidad” y evitar su deterioro por dejación de las “labores de mantenimiento”. Estas afirmaciones de la ciencia nos permite decir que dos terceras partes de nuestra vida las pasaremos envejeciendo, lo cual a mi me parece mucho tiempo. El 75 por ciento de los agentes que provocan el envejecimiento pertenecen al “ambioma”, es decir, factores físicos y psicológicos relacionados con los hábitos de vida de cada individuo, mientras que el 25 por ciento restante son factores genéticos integrados en el “genoma”.
Es muy importante entender que en los procesos de envejecimiento, según nos dicen los expertos, hay tres factores decisivos que se ponen en juego y que en función de su desarrollo así llegaremos o no a los 90 años de mi padre. Estos factores son: La estimulación cognitiva, el ejercicio físico y la restricción calórica. Dicho de una manera más coloquial, mantener la mente activa, correr y saltar y comer menos.
El deterioro de nuestra salud no suele ser un proceso instantáneo ubicado en un accidente puntual en nuestra vida, lo normal es que éste sea la consecuencia de una “actitud insana” y una practica de “malos hábitos” prolongadas, una especie de castigo infringido en silencio y de manera muy lenta a nuestros órganos. Éste deterioro progresivo y casi imperceptible es el que finalmente se responsabiliza de la aparición de enfermedades como la diabetes, el cáncer, las enfermedades degenerativas, la obesidad, la pérdida de funcionalidad de riñones, hígado, etc.
En todo caso yo quiero hablar también de las “ganas de vivir”. A colación con esta idea me viene a la memoria la muerte del famoso sabio Pitágoras (nacido en la isla griega de Samos en el año 570 aC.). Cuenta la leyenda que cansado y desilusionado con la vida se retiró a un lugar apartado, se sentó en el suelo y decidió dejar de vivir. Y así fue como, al cabo de pocos días, murió sin más escándalo ni sufrimiento.- ¡Dejadme aquí! Mi tiempo en la tierra a finalizado-.
La forma de morir de nuestro insigne sabio ahora recibe un nombre técnico acuñado por los médicos como “apagón emocional”. Exactamente eso fue lo que decidió el sabio, sencillamente morirse, eso es lo que cada vez más ancianos deciden una vez sobrepasados los años que ellos entiende en demasía de vida. Los informes científicos y las estadísticas hablan de que numerosas muertes de ancianos se producen en ausencia de patologías diagnosticadas. Es decir sin padecer ninguna enfermedad, mueren porque deciden no seguir viviendo.
Parece que el secreto de una vejez bien sobrellevada es justamente mantenerse vivo y militante de las emociones. El tirón emocional es vital para que la vida continúe. Dicen que hasta determinados animales que viven muchos años de mascota al lado de sus dueños, cuando estos mueren ellos lo hacen al poco tiempo. Parece ser que los animales en estas situaciones también sufren un apagón emocional cuando sus dueños desaparecen.
El catedrático de fisiología humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid Dr. Francisco Mora, es un experto en este tema y así lo explica y divulga a sus alumnos, en sus conferencias y en sus libros hablándonos del “apagón emocional” como causa de fallecimiento de muchos de nuestros ancianos. A propósito de esto y a modo de consejo nos dice: “Recomiendo ejercicio físico todos los días, comer mucho menos de lo que se come, como decía Grande Covián, de todo, pero en menor cantidad. Un equilibrio de proteínas, grasas, vitaminas.. Y la activación de los procesos mentales, que significa aprender y memorizar. Y en la medida de lo posible viajar y mantener la emoción por estar vivo.”
Estoy totalmente de acuerdo con este planteamiento de la vejez. Entiendo que la desaparición de las ganas de vivir es una de las causas frecuentes de mortandad en los ancianos sin patologías diagnosticadas. Sentirse vivo, emocionarse y querer participar de la vida es uno e los motores que nos mueven a los seres humano, quizá a diferencia del resto de los seres vivos que no alcanzan a tener conocimiento de si mismos y por lo tanto no son conscientes de su propia identidad y de su proyección vital en el entorno que les rodea.
Me pregunto si este pilar de la “emoción” se mantiene cuidado y se vigila por parte de la sanidad y la medicina. Estoy convencido que apuntalar el edifico de la vejez sólo en los aspectos netamente biológicos, atendiendo las “goteras” puramente físicas, es una manera parcial e incompleta de abordar el asunto de la vejez. Es fundamental que el mantenimiento de la esperanza de vida cada vez hacia cotas más elevadas venga aparejado de un plan racional y eficaz de apuntalamiento psíquico y emocional. Es muy importante “saber recetar medicamentos para mantener las ganas de vivir”. La geriatría como especialidad médica debe tomar en consideración estos asuntos y de hecho los toma. No en vano en una residencia de la tercera edad existen actividades planificadas que atienden aspectos sociales y psicológicos de los ancianos, ejercitándose terapias ocupacionales y programas de reactivación de las funciones intelectuales básicas de los residentes.
Es importante, para concluir, que desterremos la idea de envejecimiento igual a enfermedad. El envejecimiento es un estado natural, no patológico de la vida de un individuo. De la misma forma es importante que se tomen en consideración los aspectos que facilitan y reactivan el ejercicio de las funciones intelectuales y motoras de una persona en esta fase de la vida.
Terminare con otra frase del profesor Mora en una de sus recientes conferencias en el Instituto Tomas Pascual que me parece muy acertada: “El enriquecimiento ambiental es aquel conjunto de actividades que acompañan al ejercicio cardiovascular y a la moderación de estrés, conducen al envejecimiento más saludable. Para beneficiarse de aquel debe practicarse una intensa interacción socia, promover el entrenamiento cognitivo, aumentando la actividad intelectual”.
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