lunes, 31 de diciembre de 2007

RELOJES INTERNOS

En un mundo que esta en permanente cambio necesariamente los sistemas que nos rodean han de estar dotados de relojes. El ritmo de los acontecimientos esta marcado por los relojes. El tiempo y sus relojes son las paginas en donde se escriben los acontecimientos. Sólo en un imposible mundo “muerto” se podría prescindir del tiempo.

Los seres humanos hacemos uso a diario del reloj. El reloj marca los acontecimientos y a él nos vemos doblegados desde que despertamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche. Pero. no sólo hacemos uso de estos relojes mecánicos o electrónicos, sino que en nuestro interior existen también relojes que marcan acontecimientos y estados de nuestro organismo. Estos relojes, que podríamos llamar “relojes biológicos”, tienen una vital importancia en nuestras vidas. Su desajuste nos llevaría a la enfermedad o incluso la muerte.

Hablemos e los relojes biológicos. En primer lugar tenemos que decir que nuestras funciones fisiológicas están sometidas ha unos períodos de tiempo, o, “patrones temporales”, que se deben cumplir con precisión para que nuestro organismo se desenvuelva con salud en el medio que lo acoge. Estos patrones son llamados “ritmos circadianos”.

La palabra circadiano proviene del latín ‘circa’ (alrededor de) y de ‘diano’ (día), y tal y como indica por el nombre su período está alrededor de 1 día. Estos ritmos tienen una gran importancia adaptativa, ya que reflejan los cambios del mundo externo en el medio interno, preparando al organismo para cambios ambientales programados o predecibles.

En nuestro cerebro existe u área que tiene la misión de regular las fases de nuestra vida en función de los parámetros, tanto externos, como internos, que recibe. Este lugar se denomina “núcleo supraquiasmáico” y se encuentra en el hipotálamo. En este mecanismo también colabora la “glándula pineal” aportando una sustancia llamada melatonina que contribuye a la regulación de los ritmos estacionales.

Las principales señales externas que utilizamos para ajustar nuestro reloj interno son la luz y las demandas ambientales, entre las que podemos fijar como más notables el horario laboral y las comidas.

Existen, por otro lado, una serie de parámetros corporales que varían ostensiblemente en función del momento del día en que los midamos. Un ejemplo de estos es la temperatura corporal. La temperatura corporal presenta un máximo alrededor de media tarde (16h a 18h) y un mínimo entre les 2h i les 4h. La diferencia entre el máximo y el mínimo es de aproximadamente 0,5ºC - 1ºC. Otro parámetro muy importante es la frecuencia cardiaca. Esta depende mucho del tipo de actividad que se realice, pero independientemente de ésta, presenta un máximo alrededor de principios de la tarde (16h a 17h) y un mínimo entre las 2h y las 4h.

La hormona del crecimiento o somatotropina se libera en la hipófisis anterior. Actúa sobre muchos tejidos del cuerpo, influyendo sobre el crecimiento de células y tejidos, modulando el metabolismo de las proteínas. La cantidad de esta hormona liberada depende mucho de factores como la concentración de azúcar en la sangre, el hambre, el ejercicio físico y el estrés. La liberación de hormona del crecimiento tiene un pico máximo durante el primer ciclo de sueño de ondas lentas, aproximadamente a los 50 - 60 minutos de haber se iniciado el sueño nocturno.

Según la periodicidad, podemos dividir los ritmos biológicos en tres tipos, ultradianos, circadianos y supradianos. Los ritmos ultradianos ocurren varias veces a lo largo de las 24 horas del día, tal es el caso de los neurotrasnmisores y del ritmo de respiración. Los circadianos ocurren una vez en las 24 horas del día, por ejemplo el sueño-vigilia, temperatura, frecuencia cardiaca, hormona del crecimiento, cortisol y muchos otros. Finalmente los supradianos son los que ocurren cada cierto número de días por ejemplo el ciclo menstrual de la mujer.

¿Qué ocurre cundo estos relojes internos se adelantan o se atrasan?. Una disfunción en el ritmo marcado por los relojes biológicos internos es una patología que afecta a numerosos órganos y funciones de nuestro cuerpo. La pérdida del ritmo del sueño, por ejemplo, significa la aparición de enfermedades muy graves como obesidad, envejecimiento precoz, pérdida crónica de memoria etc. La falta de sueño crónica, multiplica por dos las muertes por enfermedad cardiaca. Los investigadores concluyeron que hay una relación directa entre la falta de sueño y el aumento de la presión sanguínea, la cual puede derivar en ataque cardíaco y en accidente cerebrovascular.

La frecuencia cardiaca experimenta cambios del orden del 15% entre los valores más bajos y los más altos, que se registran durante la tarde. Cambios similares se han descrito para la mayor parte de las variables cardiovasculares, como el flujo sanguíneo, el gasto cardíaco, volumen sistólico y la presión arterial. Este dato nos permite deducir, a propósito de lo que estamos comentando que el suministro de medicamentos debe ajustarse a los ritmos biológicos dado que la actividad de nuestros órganos es distinta según que hora del día. Esto es lo que se denomina cronofarmacología.

La integridad de la estructura biológica circadiana es fundamental para el funcionamiento biológico y cognitivo eficiente y posiblemente para la salud. Esto queda ejemplificado por los trastornos y síntomas transitorios (jet lag), que experimentan los viajeros luego de los vuelos rápidos a través de los meridianos horarios, y la consecuente alteración abrupta del ciclo circadiano habitual entre el sueño y la vigilia.

Los cambios rotativos y los horarios de trabajo nocturnos provocan alteración similar de la estructura circadiana cuya repetición produce riesgos para la salud; entre éstos, trastornos del estado de ánimo y del sueño, úlcera péptica, enfermedad coronaria, e incluso neoplasias de mama y cáncer colorrectal en las mujeres. La observación de éstos y otros trastornos en estos trabajadores sugiere que la integridad del ritmo circadiano constituye un aspecto importante de la salud, e implica que las indicaciones terapéuticas deberían advertir, como un efecto adverso, la falta de adecuación al ritmo circadiano.

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