Reflexiones en torno a los mensajes que nos dan los políticos en una campaña electoral
En otras ocasiones ya les hablé del miedo, pero hoy me parece oportuno volver al tema dadas las circunstancias que acontecen en nuestro mundo y a la vista de la profunda crisis económica mundial, la amenaza de una pandemia de gripe y en general el permanente estado de sobresalto e inseguridad en el que vive una gran parte del mundo.
Resulta obvio constatar que el ser humano, muy a pesar de vivir inmerso en un espectacular desarrollo tecnológico y social, aparece cada vez más vulnerable ante las amenazas que se asoman cada vez con más asiduidad en nuestro horizonte.
El miedo es un sentimiento cuyo origen en nuestra especie se remonta a un remoto pasado que nos relaciona con nuestra capacidad de supervivencia y nuestro espíritu de conservación de la vida como elemento más preciado de la existencia. Competir con otros animales predadores de nuestra especie, no siempre en condiciones ventajosas, hizo que ya en los comienzos de nuestra epopeya como especie tuviésemos que saber medir la importancia y trascendencia de nuestros enemigos de tal manera que la decisión de atacar o huir era muy importante. El miedo, por tanto, está muy ligado a la supervivencia. Aún hoy en día, cuando nos consideramos los reyes de la creación debemos hacer uso de estrategias de autodefensa basadas en el miedo.
El miedo es una emoción que se puede moldear a través de la educación, la cultura y el medio ambiente que nos rodea. Puede ir desde el terror intenso hasta una ligera aprensión. Nuestro cuerpo sufre cambios a nivel físico y hormonal al encontrarnos en una situación de miedo: nuestro corazón palpita más fuerte, nos sudan las manos y a nivel hormonal producimos, entre algunas hormonas, la adrenalina.
Sentimos miedo frente al fracaso, al rechazo, a las pérdidas y mucho miedo frente a los cambios. Con todos estos ejemplos nos damos cuenta que el miedo nos acompaña a través de nuestra vida y madurez manifestándose en ocasiones cuando tenemos incertidumbres sobre nuestras relaciones, nuestra vida futura; es decir cuando sentimos inseguridad.
Desde la antigüedad, el miedo se ha usado como instrumento de control, dominación y movilización política por parte de las elites y grupos gobernantes. Primero fue el miedo a la furia de los dioses y a la ira de la naturaleza, y las pestes por las destrucciones y cataclismos generados. Después, el miedo a las guerras producidas por la disputa de los imperios por territorios y riquezas, ante los efectos devastadores que las confrontaciones bélicas generaban. En tiempos modernos, bajo regímenes autoritarios y totalitarios, fue el miedo al comunismo, al militarismo y a los gobernantes tiranos, quienes se legitimaban en el poder por el uso de la fuerza y la instauración de una política del terror hacia sus opositores. Hoy día, bajo sistemas democráticos, es el miedo a la criminalidad y la violencia, a la debacle económica, a la pobreza, a los radicalismos, al terrorismo y, por supuesto, a las nuevas y “peligrosas” enfermedades.
Pocos expertos en psicología de masas ponen en duda que el miedo en la actualidad es un instrumento político muy eficaz. Ante un mundo con más violencia y criminalidad, lleno de peligros y nuevos desafíos globales, como la crisis mundial y la aparición de pandemias mortales, aumenta más el miedo social de los ciudadanos, quienes se debaten ante la impotencia, la incertidumbre y la sumisión.
El pánico es el argumento central de la política, dice el pensador francés Paulo Virilio en su libro "Ville panique". Este pánico anula el lugar de la reflexión y los medios de comunicación se hacen cargo, no ya de la demanda de reflexión colectiva, sino de una demanda de emoción colectiva. En estas últimas semanas a poco que ustedes hayan prestado intención a los medios de comunicación habrán observado como de pronto un tema como la crisis económica mundial que a todos no mantenía con el alma en vilo ha sido sustituido por el tema de la pandemia de gripe. La avalancha de datos intencionalmente suministrados por los teletipos y las cadenas de noticias son capaces de modificar los puntos de máxima atención y llevarlos a donde convenga. Ahora se nos dice que la pandemia de gripe no es mayor que la gripe que cada año nos visita y que incluso es más benigna, sin embargo hemos estado con el alma en vilo un mes pendientes de la evolución de la enfermedad mientras nos olvidábamos de las tasas de desempleo y de la bajada del Euribor.
La construcción y el ejercicio del poder político se sustentan, en parte, con base en la movilización de las emociones y sentimientos del ser humano. Ya no se apela a la razón, sino al sentimiento y la emoción de la gente. En este estratagema, el miedo, este verdugo de la creatividad y la libertad social, se ha instituido como un instrumento paradigmático de la política, usado por igual, bajo regímenes tanto autoritarios y totalitarios, como democráticos, ya que el miedo es un instrumento ejemplar de represión, tanto a nivel grupal como individual.
El miedo como instrumento de la política ha sido estudiado por diferentes teóricos del poder. Por ejemplo, Hobbes consideraba que la sociedad está fundada sobre el miedo y que sin miedo no habría política. De hecho, Hobbes consideraba que la política es una respuesta al miedo.
El diplomático y filósofo italiano Niccolo Machiavelli (Maquiavelo), mejor conocido por la obra que lo consagró para siempre en 1513: Il Principe, en el capítulo 17, se pregunta si para un gobernante es mejor ser temido que ser amado. Su apreciación es que aunque lo más conveniente para un gobernante es conseguir ambas cosas a la vez, “el partido más seguro es ser temido primero que ser amado…”
De hecho, el miedo es un gran movilizador de emociones, generando ciertos efectos en la conducta de los individuos, por eso ha sido utilizado con éxito durante muchos años durante las campañas electorales. Si el miedo genera efectos e incide en la conducta y comportamiento de la gente, entonces la clase política acude a este artilugio como estrategia para tratar de alcanzar sus objetivos de mantener o alcanzar el poder. De esta forma, el miedo se convierte en la estrategia central para tratar de convencer a las multitudes de que sus adversarios representan ciertos riesgos y pueden generarles distintos daños y perjuicios.
Es muy normal oír de los políticos en sus mítines advertencias siniestras de las grandes calamidades que se sucederían en caso de que los votantes votasen al adversario político. Perder empleo, bajar las jubilaciones, aumentar los impuestos, contaminar más, etc.… En definitiva utilizan el miedo para atraer el voto.
1 comentario:
Nos tienen miedo porque no tenemos miedo
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