jueves, 24 de julio de 2008

El estrés: motor para vivir.

Recientemente hablaba en uno de mis artículos del síndrome de la “felicidad aplazada” y del modelo de vida denominado “slow”. Mis lectores han podido pensar que con éste artículo les invitaba a combatir el estrés y a vivir una vida marcada por la relajación y la pasividad. No es exactamente a la pasividad a lo que invito a mis lectores, dado que mantener un cierto nivel de actividad y de expectativas vitales es una buena receta para estar sanos en los aspectos corporal y mental. Por este motivo quiero hablar en este artículo del estrés con la idea de aclarar este concepto.

En nuestra herencia genética, recibimos una serie de mecanismos de protección frente a las situaciones extremas derivados de nuestra ancestral interrelación con el resto de animales de la naturaleza. Todos los seres vivos padecen episodios de estrés frente a los peligros y las amenazas que provengan del mundo exterior. Así, por ejemplo, en el remoto pasado, cuando nos enfrentábamos a un animal predador se producía una reacción de estrés en nuestro organismo que provocaba la segregación de sustancias como la adrenalina que alertaban nuestros músculos y nuestros sentidos y nos predisponían a enfrentarnos o huir, según el caso, de nuestro enemigo. Así pues el estrés no es una cuestión que nos hayan traído los tiempos modernos sino que es un mecanismo que nos llega de nuestros antepasados más remotos.

La adrenalina, cuando se produce un episodio estresante, segregada por las glándulas suprarrenales, viaja por el cuerpo elevando la presión sanguínea y la presión cardiaca, acelerando el ritmo respiratorio y alterando otros procesos corporales. También aumenta el azúcar en la sangre. La grasa es liberada al torrente sanguíneo por las células adiposas para aumentar la energía disponible para los músculos. La respuesta ante el estrés es un estado tenso, alerta, excitado, que prepara a la persona para enfrentar el riesgo y los peligros.

Terminada la situación estresante, el cuerpo se relaja y todo vuelve a la normalidad. Cierta cantidad de estrés en la vida puede ser provechosa para las personas, pues estar más alerta, o 'en guardia', muchas veces puede ser útil, o necesario. Pero el problema y el riesgo comienzan cuando es excesiva, y es entonces cuando surgen patologías. Las enfermedades cardiacas, las úlceras y alergias, el asma y las erupciones cutáneas, la hipertensión y posiblemente el cáncer. Pueden estar relacionadas con el estrés, como uno más de los factores de riesgo.

Existen dos grandes formas de manifestación del estrés en nosotros una es el llamado estrés físico y la otra el estrés mental. El primero esta provocado por el sometimiento continuado a esfuerzos excesivos de nuestro sistema muscular y nervioso en el ejercicio de tareas fundamentalmente relacionadas con el trabajo o el deporte. El estrés mental, quizá es el más desconocido y peligroso, a la vez que el que más afecta nuestra salud.

El padecimiento de estrés mental normalmente esta supeditado al desarrollo de nuestras relaciones con los demás y a nuestra propia interacción con el mundo. Los problemas de relaciones con nuestros semejantes, la vida laboral, sentimental, etc. son los focos desde los que se produce el estrés.

La acción continuada del estrés en nuestra vida conlleva la elevación de nuestra fragilidad ante una serie de enfermedades de tipo mental como la depresión, la ansiedad, etc., y también a la propensión a adquirir enfermedades que tienen que ver con la situación de nuestros sistema inmunológico, pudiendo aparecer un sinnúmero de afecciones ente las que podemos destacar el propio cáncer.

El estrés es una fuerza que genera en las personas un impulso a cambiar, crecer, luchar, adaptarse o ceder. Toda la vida está llena de hechos que generarán en cada ser humano, algún tipo de reacción, inclusive los hechos positivos generan estrés; por ejemplo, el hecho de que una pareja esté esperando un hijo, puede generar estrés, aún si estaban esperando ansiosos este acontecimiento. No todo el estrés es nocivo, pues el estimulo, el desafío y el cambio pueden ser aprovechados por las personas, y sacarles beneficios y provecho.

De la misma forma que en el tema de la alimentación, cuando se produce una sobrealimentación o una alimentación inadecuada nuestro cuerpo enferma, así pasa con el estrés. Mantener un nivel de estrés positivo nos permite tomar decisiones a tiempo, y buscar estrategias para combatir aquello que nos es perjudicial o nos provoca infelicidad. Así mismo, siguiendo con el símil alimentario, cuando la alimentación es escasa nuestro cuerpo enferma por inanición y puede llegar a morir, lo mismo ocurrirá en alguien que no padece ningún estrés, su pasividad le sumirá en una vida casi vegetativa en la que lo único que hará será respirar, dormir y alimentarse perdiendo todo interés por lo demás.

Aunque a alguien le pueda parecer increíble existen empresas que ponen en el mercado productos para elevar el estrés y ofrecen nuevas emociones a sus clientes. La adrenalina es una “droga” de fabricación propia que puede provocar cierta adicción en determinados seres humanos. Ofrecer exóticos y arriesgados viajes-aventura, participar en cacerías de tigres o elefantes son productos que se pagan a muy alto precio y de los que disfruta una minoría de la sociedad que “ya lo probó todo” y desea sentir que la adrenalina circula por sus venas. Ocurre también en el mundo del sexo, en donde se buscan especiales aventuras que reactiven la libido de los que “ya lo probaron todo”. La propia televisión y el cine ofrecen películas y documentales en donde se muestra la violencia de una forma gratuita y desmesurada con el fin de que el espectador goce de una “subida de adrenalina” y se aleje de la rutina de su vida.

El estrés en su dimensión mas primitiva, ya lo hemos dicho, es un mecanismo que nos impulsa a la vida y nos mantiene vigilantes ante los peligros que nos amenazan. Por otro lado el estrés provocado, el que se vende y se compra en la sociedad occidental es una mala manera de evasión. Finalmente el estrés que padecen los más pobres, los que apenas tienen cada día que comer y con que proteger a los suyos, ese estrés acentúa más la diferencia entre los que tienen y derrochan y los que carecen y se afanan por conseguir subsistir.

Para terminar permítame un consejo. Cuídese de que en cada día que amanece se mantengan vivas en usted esperanzas y anhelos, alimente la ilusión, pero no olvide que la felicidad no siempre esta afuera, en ocasiones hay que mirarse hacia adentro y descubrirse así mismo y con ello estará más cerca del equilibrio emocional, y por supuesto para ello mantenga un adecuado nivel de vigilancia (estrés), no vaya a ser que el infortunio le pille desprevenido.

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